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LA BÚSQUEDA

9/15/2013

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La religión de la misericordia

Hay sustantivos que en el léxico cristiano destacan por su indiscutible riqueza significativa. Uno de ellos es la palabra “misericordia”. Sin ella no se entiende el cristianismo. Podría decirse, en cierto modo, que el cristianismo es “la religión de la misericordia”. De inicio a fin, el símbolo más importante de la fe –el Credo– proclama la misericordia de Dios desde la creación, que nos sacó de la miseria absoluta de la nada, hasta la consumación de nuestra vida en la gloria del cielo, que será el acto final y definitivo de su misericordia.

La misericordia es búsqueda

La misericordia divina es el alma de tantas expresiones bíblicas que definen la actitud de Dios frente al hombre, como fidelidad, amor entrañable, compasión, comprensión, recuerdo, perdón. A mí, en lo personal, una de las que más me apasiona es la que se expresa en forma de búsqueda. Este tipo de misericordia, me parece, es la esencia de las parábolas de Jesús sobre la oveja perdida, la dracma perdida y el hijo pródigo –que también pudiera llamarse, “el hijo perdido”–. En los tres casos, alguien ha perdido algo valioso, lo busca tenaz y pacientemente, y cuando lo encuentra se alegra y lo celebra haciendo fiesta.

El hombre de hoy necesita recordar que es siempre “alguien buscado”. Como aquel niño perdido en una feria abarrotada de gente. Cuando un guardia se topó con él y le preguntó: “¿Estás perdido?”, el niño le respondió: “No estoy perdido; estoy siendo buscado”. En su corazón sabía que alguien lo buscaba, y no sin angustia.

Dios busca al hombre

Las primeras palabras de Dios después del primer pecado del hombre fueron: “¿Dónde estás?”. Así empezó una larga búsqueda de siglos y milenios tras las huellas de cada ser humano. Jesús es su momento culminante. Él es “la búsqueda de Dios hecha carne”. Es Dios que viene al mundo para buscar personalmente a cada hombre y mujer, hasta encontrarlo.

Dios es Amor y el Amor siempre busca. Dios es un buscador nato. Según las tres parábolas, Dios nos busca con interés, con esmero, con tenacidad. Nunca da por perdido a nadie. Porque en su corazón de Padre tiene la certeza de que todo ser humano, sin importar su “grado de perdición”, puede siempre ser encontrado. Quizá lo único que Dios necesita es que ese hombre “se deje” encontrar.

El preludio de una fiesta

Muchos, sobre todo en países que perdieron sus raíces cristianas, para explicar su credo y religión se autodefinen “buscadores”. Hermosa palabra. Ojalá lo sean. En cualquier caso, más que “buscadores”, son ellos los “buscados” por un Amor que no cejará hasta encontrarlos. Él busca a todos: a los santos, a los no tan santos, a los esporádicos, a los indiferentes, a los renegados y a los ateos. Fue el caso del escritor francés André Frossard, autor del libro Dios existe, yo me lo encontré. De padre comunista, vivió en el único pueblo de Francia que no tenía iglesia. Fue educado en el más puro ateísmo. Creció sin la menor curiosidad por la religión. Así narró su conversión: “Habiendo entrado a las cinco y diez de la tarde en la capilla del Barrio Latino en busca de un amigo, salí a las cinco y cuarto en compañía de una amistad que no era de la tierra… arrollado por la ola de una alegría inagotable”. Tenía veinte años. Su padre pensó que había enloquecido y lo llevó a un psiquiatra. “Una patología pasajera”, dijo el doctor. En realidad, era el efecto de la gracia. Muchos años después, Frossard escribirá: “Nunca me he acostumbrado a la existencia de Dios”.

La experiencia de haber sido encontrado por Dios abre a todo ser humano un horizonte luminoso y lleno de esperanza. Pues aunque se pierda de nuevo y sus días discurran a través de laberintos aparentemente indescifrables, tendrá siempre la certeza de estar siendo buscado, de estar en el preludio de una fiesta.

María, Madre de misericordia

No hay madre que no se angustie con un hijo perdido. María es la Madre de todos los perdidos; de todos los que no encuentran el camino verdadero, que es Cristo. A Ella nos confiamos todos para que le hagamos un poco menos difícil la búsqueda a su Hijo.

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