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LA EXPERIENCIA DE LA FE

2/11/2013

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Domingo V del Tiempo Ordinario
10 de febrero de 2013
Parroquia del Espíritu Santo
Tijuana, B.C.

Renovar la fe

El año de la fe sigue su curso. Al convocarlo, hace unos meses el Papa nos invitó a renovar nuestra fe; a revivir la alegría de creer en Jesucristo. Ahora bien, él mismo nos aclaró que la renovación de nuestra fe no ha de ser tanto conceptual sino vivencial.  Es decir, los contenidos de la fe son importantes; pero más importante es renovar nuestra experiencia de la fe.

Cómo hacer la experiencia de la fe

 

El evangelio de hoy nos ofrece una experiencia concreta de la fe. En Pedro, la fe se hizo acontecimiento transformante. Fue tan fuerte y profunda su experiencia de la fe, que le cambió la vida para siempre. Pero, ¿cómo sucedió esa experiencia? ¿Qué pasos dio Pedro?

Fracasar

 

Muchas experiencias de fe parten de un fracaso. Pedro había fracasado aquella noche. «Hemos estado trabajando toda la noche y no hemos pescado nada». Reconocer el propio fracaso –en cualquier campo– es un preámbulo para la experiencia de la fe. Así ha sido siempre: cuando el hombre tiene la valentía de constatar y confesar su insuficiencia, está preparado para la experiencia de la fe. La autosuficiencia, en cambio, hija de la soberbia, es de suyo una actitud anti-fe. La fe requiere humildad. O mejor, la fe es un acto de humildad. Supone reconocer que necesitamos a Alguien más para afrontar los retos de la vida.

Confiar

 

El segundo paso hacia la fe es la confianza. «Confiado en tu palabra, echaré las redes», dijo Pedro a Jesús. Confiar en Dios forma parte de la estructura esencial de la fe. Confiar es la respuesta adecuada del hombre al don de la auto-revelación de Dios. El Papa Benedicto XVI, al explicar “qué es la fe”, dijo: «la fe es un confiado entregarse a un “Tú” que es Dios…; es una acto con el que me confío libremente a un Dios que es Padre y me ama» (Catequesis del 24 de octubre de 2012). Confiar es comprometer toda nuestra persona en un acto de abandono real en Dios. Pedro confío en Jesús; en su presencia, en su palabra, en su poder. Y no fue defraudado.

Obedecer

 

El último paso para la experiencia de la fe es obedecer: «…echaré las redes». Y así lo hizo: Pedro echó las redes. Su fe no se quedó en un vago deseo, en un “futurible” irreal. Su fe se hizo acción. Con toda razón se habla de la obediencia de la fe. Tener fe es obedecer a Dios. La palabra es significativa. Quiere decir literalmente “escuchar desde abajo”; es decir, desde una posición inferior. Obedecer en la fe es saberse y sentirse debajo de Dios: de su sabiduría, de sus planes, de su providencia. Sentirse debajo de Dios no es tanto una sumisión cuanto una bendición. El pueblo de Israel, en su travesía por el desierto, hizo la experiencia del caminar “bajo” un Dios que de noche era Luz que lo guiaba y de día era Nube que lo protegía (cf. Ex 13, 21). Creer es obedecer a Dios, y obedecer a Dios es acogernos a su sombra; es colocarnos ahí donde Él puede bendecirnos. Así lo hizo Pedro: obedeció y fue bendecido con una pesca milagrosa. La bendición no terminó ahí. Jesús no sólo transformó el fracaso de Pedro en un éxito deslumbrante: lo transformó a él mismo en pescador de hombres. Así es la fe: no sólo transforma las situaciones sino que transforma a las personas. El Papa lo expresó con una frase sumamente densa y hermosa: «Con la fe cambia verdaderamente todo en nosotros y para nosotros».

Madre de nuestra fe

 

Nadie como María ha vivido la experiencia de la fe. Ella peregrinó en el claroscuro de la fe y recorrió el largo camino de la obediencia de la fe. Ella nos alcance a todos la gracia de seguir caminando hacia una experiencia cada vez más viva de la fe.


1 Comment
Marival hernandez
2/23/2013 09:54:01 am

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