
Toqué el timbre. Una sombra sobre ruedas se acercó por dentro, abrió la puerta y me topé con una sonrisa indestructible. Me habían hablado tanto de él que al cruzar el umbral de su casa sentí que me internaba por los senderos de una densa historia. Hombre de familia, esposo y padre por vocación, arquitecto de pila, triatlonista por pasión, promotor de obras sociales por caridad y convicción, Pablo Ferrara padece esclerosis lateral amiotrófica –ELA–, una enfermedad degenerativa de tipo neuromuscular.
Los grandes hombres no se improvisan. Se gestan lentamente en cada sueño, en cada decisión, en cada esfuerzo. Pablo no es la excepción. Soñó, decidió y se esforzó a la grande, y ahí están los frutos. Su mejor construcción ha sido, sin duda, su familia; su mejor elección, su esposa Yolanda –la gran mujer detrás–; y el más grande logro de ambos, sus hijos Pablo, Bárbara y Adrián. Se percibe de golpe la excelente mano de esta pareja de arquitectos tanto en el diseño de su casa como en la formación de sus hijos.
Las metas de Pablo trascienden por mucho las paredes de su casa. Diseñó tres “Casas del Tec”, cuatro “Casas de Cáritas” y tantas otras que cobijan a familias regiomontanas. Pero lo mejor de su talento emprendedor lo reservó Pablo para la Hermana Anastasia Jaramillo –una verdadera Teresa de Calcuta mexicana–, a quien le ha dedicado los últimos seis años de su vida profesional construyendo una casa para pacientes terminales de enfermedades contagiosas en Mina, Nuevo León; y para al P. Alejandro González, a quien le construyó un centro de retiros en Villa de Juárez y le ha apoyado en la reconstrucción de varias iglesias en el norte de la ciudad. Según Pablo, sin embargo, sería injusto decir que él lo hace por ellos. “Más bien, yo me valgo de las oportunidades que me dan para hacer buen uso de mis dones y con ello trascender”.
La vida a veces es muy irónica. Pablo es uno de los pocos regiomontanos que ha corrido un maratón en menos de tres horas. Compitió, además, tres veces en el famoso “Ironman”. Y con un permiso especial, participó –ya enfermo de ELA– en un cuarto “Ironman” como parte de un equipo integrado por sus incondicionales Roberto Castro, Guillermo Montaña y Arturo Williams, completando el recorrido en 16 horas y 46 minutos, justo por debajo del límite oficial.
La enfermedad de Pablo avanza inexorablemente. Sus piernas responden cada vez menos y su dicción es más oscura. Pero sus ojos brillan cada vez más, mientras repite: “El diagnóstico hay que aceptarlo: es tu realidad. El pronóstico, no. Ése lo decide cada uno con su actitud, con su determinación, con su esfuerzo por seguir adelante”. Y así, Pablo se mueve en un triciclo eléctrico y afronta las exigencias cotidianas a medida que la enfermedad desconecta cada vez más su cerebro de sus músculos. “El diagnóstico de la enfermedad me cambió las reglas del juego, pero no mis propósitos. No cambió quién soy yo; sólo me cambió mi forma de tener que enfrentar los retos”. Pablo convirtió su enfermedad en algo parecido a lo que él mismo dijo sobre el “Ironman”: más que un reto para el cuerpo, es un reto para la mente y el espíritu.
Dice el Evangelio: “Brille así vuestra luz delante de los hombres para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo”. Cada uno está llamado a ser luz para los demás. Esto no es vanidad sino caridad. Gracias, Pablo, por ser esta luz para nosotros. La adversidad no ha hecho más que templar tu acero y hacerlo refulgir. Así nos iluminas desde tu enfermedad. Después de todo, cuanto más se oscurece el cielo más brillo tienen las estrellas. aortega@legionaries.org
Los grandes hombres no se improvisan. Se gestan lentamente en cada sueño, en cada decisión, en cada esfuerzo. Pablo no es la excepción. Soñó, decidió y se esforzó a la grande, y ahí están los frutos. Su mejor construcción ha sido, sin duda, su familia; su mejor elección, su esposa Yolanda –la gran mujer detrás–; y el más grande logro de ambos, sus hijos Pablo, Bárbara y Adrián. Se percibe de golpe la excelente mano de esta pareja de arquitectos tanto en el diseño de su casa como en la formación de sus hijos.
Las metas de Pablo trascienden por mucho las paredes de su casa. Diseñó tres “Casas del Tec”, cuatro “Casas de Cáritas” y tantas otras que cobijan a familias regiomontanas. Pero lo mejor de su talento emprendedor lo reservó Pablo para la Hermana Anastasia Jaramillo –una verdadera Teresa de Calcuta mexicana–, a quien le ha dedicado los últimos seis años de su vida profesional construyendo una casa para pacientes terminales de enfermedades contagiosas en Mina, Nuevo León; y para al P. Alejandro González, a quien le construyó un centro de retiros en Villa de Juárez y le ha apoyado en la reconstrucción de varias iglesias en el norte de la ciudad. Según Pablo, sin embargo, sería injusto decir que él lo hace por ellos. “Más bien, yo me valgo de las oportunidades que me dan para hacer buen uso de mis dones y con ello trascender”.
La vida a veces es muy irónica. Pablo es uno de los pocos regiomontanos que ha corrido un maratón en menos de tres horas. Compitió, además, tres veces en el famoso “Ironman”. Y con un permiso especial, participó –ya enfermo de ELA– en un cuarto “Ironman” como parte de un equipo integrado por sus incondicionales Roberto Castro, Guillermo Montaña y Arturo Williams, completando el recorrido en 16 horas y 46 minutos, justo por debajo del límite oficial.
La enfermedad de Pablo avanza inexorablemente. Sus piernas responden cada vez menos y su dicción es más oscura. Pero sus ojos brillan cada vez más, mientras repite: “El diagnóstico hay que aceptarlo: es tu realidad. El pronóstico, no. Ése lo decide cada uno con su actitud, con su determinación, con su esfuerzo por seguir adelante”. Y así, Pablo se mueve en un triciclo eléctrico y afronta las exigencias cotidianas a medida que la enfermedad desconecta cada vez más su cerebro de sus músculos. “El diagnóstico de la enfermedad me cambió las reglas del juego, pero no mis propósitos. No cambió quién soy yo; sólo me cambió mi forma de tener que enfrentar los retos”. Pablo convirtió su enfermedad en algo parecido a lo que él mismo dijo sobre el “Ironman”: más que un reto para el cuerpo, es un reto para la mente y el espíritu.
Dice el Evangelio: “Brille así vuestra luz delante de los hombres para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo”. Cada uno está llamado a ser luz para los demás. Esto no es vanidad sino caridad. Gracias, Pablo, por ser esta luz para nosotros. La adversidad no ha hecho más que templar tu acero y hacerlo refulgir. Así nos iluminas desde tu enfermedad. Después de todo, cuanto más se oscurece el cielo más brillo tienen las estrellas. aortega@legionaries.org