aortega.net
  • INICIO
  • ITALIANO
  • VIDEOS
  • FOTOS
  • REFLEXIONES
  • ARTICULOS
  • RECONOCIMIENTOS
  • CONTACTO

CONVERTIBLES

3/6/2016

1 Comment

 
Picture
CONVERTIBLES

​Lo primero que evoca la palabra «convertible» es un coche descapotable. En realidad, el adjetivo debería aplicarse sobre todo al hombre. Porque sólo él puede entrar en sí mismo, juzgar los propios pensamientos, afectos y decisiones, y convertirse. La filosofía llama a esta capacidad de ensimismamiento «reditio completa»; la psicología, «introspección»; la teología espiritual, «examen de conciencia». 
La Biblia, en sus diversas traducciones, ofrece significados y matices interesantes. La Vulgata (traducción latina de la Biblia) habla de «conversio» en el sentido de «cambio moral». La versión griega usa la palabra «metanoia», que significa «cambio de mentalidad». El hebreo, quizá menos conceptual y más vivencial, utiliza el término «shub», que expresa la idea de «volver», «regresar». 
La parábola del hijo pródigo, con una narrativa estupenda, hace suya sobre todo esta realidad. Su trama es profundamente humana y teológica, de una precisión y belleza extraordinarias; una verdadera obra maestra. 
Dice la parábola que el joven se fue a un país lejano. Porque eso es el pecado: una tierra extraña y hostil al ser humano. En ella, el hombre será siempre foráneo. Así se alejó también de su casa, de los suyos, para ponerse al servicio de tiranos: de quienes le incitaron a pecar, de quienes le hicieron pagar las facturas y luego le impusieron una humillante esclavitud. De «hijo de papá» –en el mejor sentido–terminó en apacentador de cerdos. Se alienó en tal manera que no se reconocía ya a sí mismo. Más que malgastar sus bienes, se malgastó a sí mismo y desfiguró su identidad. La terrible indigencia al final de su aventura le mostró cuán miserable hace el pecado al hombre, y cuán insatisfecho lo deja. 
Estando así las cosas, el joven «entró en sí». Éste es el primer paso de toda conversión. Constató su deplorable situación y cómo en casa de su padre había pan de sobra mientras él se moría de hambre. En este monólogo interior, que supuso la dolorosa pero saludable aceptación de sus errores, empezó a escuchar una voz que le decía con creciente insistencia: «¡Vuelve! ¡Regresa!». Se levantó y emprendió el camino de regreso. Estaba todavía lejos –le faltaba de seguro mucho recorrido interior para convertirse del todo– cuando el Padre lo vio, se conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y –según la edición crítica de J.M. Bover y J. O’Callahan– literalmente «se lo comió a besos». 
El resto de la parábola lo conocemos. Convertirse significó para aquel joven dejar una tierra extraña y volver a casa; dejar de ser esclavo y volver a ser hijo; dejar de apacentar vicios y volver a ser dueño de sí mismo; dejar de abusar de las creaturas y volver a disfrutarlas.
Los expertos en desarrollo personal dicen que para lograr un cambio profundo en la vida hace falta que éste se vincule con tres cosas: un valor primario, una verdad y una firme esperanza. Jesús, con su parábola, se les adelantó por siglos: el valor primario es Dios; la verdad es que somos sus hijos; y la firme esperanza es que ese Dios es un Padre inagotablemente misericordioso.
Hace algún tiempo atendí en el confesionario a un niño de unos ocho años. Cuando terminó su confesión, llena de candor y transparencia, le di la absolución. Entonces se levantó del reclinatorio y, antes de salir, se plantó enfrente de mí y dijo emocionado: «Padre: ¿te digo qué? ¡Me siento liberado!».
Convertirse es una experiencia liberadora y gozosa. Estamos a mitad de la Cuaresma. Y todos somos convertibles. Es tiempo de entrar cada uno en sí mismo, constatar lo que pueda tenerle lejos de la casa del Padre, y animarse a regresar, seguro de encontrar a un Dios que no sabe escuchar nuestros pecados sino sólo abrazar, besar y reparar con magnanimidad todos los daños. aortega@legionaries.org; www.aortega.org. Alejandro Ortega Trillo es sacerdote legionario de Cristo, licenciado en filosofía, maestría en humanidades clásicas, conferencista y escritor. Es autor de los libros Vicios y virtudes y Guerra en la alcoba. Actualmente ejerce su ministerio sacerdotal en Roma.

1 Comment
Gina Anaya de Martínez
3/6/2016 04:51:30 pm

Estimado Padre Alejandro:
Me encanta esta paábola. Nunca dejo de aprender con ella. Su reflexion me llega en un momento un especial en mi vida, lleno de emociones. Gracias por su reflexión.
Saludos

Reply



Leave a Reply.

    Imagen
Powered by Create your own unique website with customizable templates.