
¿QUÉ PIENSA, DICE Y HACE DIOS?
Santa Faustina Kowalska, «profeta de la Misericordia Divina», escribe en su Diario que hay tres modos de misericordia: de pensamiento, de palabra y de obra. El Diario de Sor Faustina: La Divina Misericordia en mi alma, hoy es un bestseller –dicho por Amazon Kindle– y ha tocado y transformado a millones de personas; las ha convencido de que todo lo que piensa, dice y hace Dios es pura misericordia. Nuestra realidad no da para otra cosa. Se diría que nuestro «máximo potencial» –ahora que se escribe tanto sobre potencial humano– está en ofrecer a Dios nuestra miseria para que Él la sane y la sostenga con su misericordia.
Misericordia de pensamiento: Dios Padre
Dios Padre piensa en cada uno de nosotros: ésta es su primera misericordia. «Sueña» con nosotros. Pero sus sueños, a diferencia de los nuestros, siempre se hacen realidad. Así nos trajo a la existencia, sacándonos de la miseria más absoluta: la del no-ser.
El pensar de Dios no sólo es creador; también es providente. Al pensar en nosotros, pensó un proyecto misericordioso, un camino sembrado de bendiciones, aunque nosotros no siempre lo percibamos así. Sus pensamientos no coinciden con los nuestros; los suyos son más altos, más grandes, más atrevidos. Él nos sueña siempre mejores, más realizados, más felices. Y al pensarnos así, ve en nosotros lo que todavía no somos. Es un pensamiento indulgente. No le pasa inadvertida ninguna de nuestras faltas. Pero en su mente, nos ve siempre buenos o, por lo menos, capaces de serlo.
Misericordia de palabra: Dios Hijo
Dios no sólo piensa; también habla. El Hijo de Dios, Jesús, es la Palabra misericordiosa del Padre, pronunciada sobre la humanidad; es la misericordia explícita del Padre, su declaración de amor al hombre; o, como dice el profeta, su «canción de amor» (cf. Ez. 33, 32); su poema más sublime y su prosa más realista.
Sólo que la Palabra de Dios, a diferencia de la nuestra, no se la lleva el viento. Más bien, el mismo «Viento Divino» la trajo el día de la Anunciación y la trae siempre de nuevo al interior de las almas.
Misericordia de obra: Dios Espíritu Santo
«La Palabra de Dios es viva y eficaz», dice la Biblia (Hb 4, 12). El Padre y el Hijo son misericordiosos mediante el Espíritu santificador y dador de vida. Se diría que el Espíritu Santo es la misericordia de Dios «en acción»: la que sana, reconstruye, sostiene, consuela, alienta, transforma e ilumina nuestra vida. Ella actúa sobre nuestra miseria humana para elevarla al rango que Dios Padre quiso darnos en Cristo: el de ser hijos de Dios.
Ahora bien, las obras de Dios, a diferencia de las nuestras, siempre son amorosas. El Espíritu Santo actúa toda su potencia amorosa perdonando nuestros pecados en virtud del poder que Jesús confió a los apóstoles el domingo de su Resurrección.
La fórmula de la absolución sacramental es una síntesis maravillosa de la «misericordia trinitaria»: «Dios Padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la muerte y resurrección de su Hijo y derramó al Espíritu Santo para la remisión de los pecados te conceda, por el ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz. Y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».
María, Madre de gracia, Madre de misericordia
Entre misterio y misterio del Rosario, suele intercalarse una bellísima jaculatoria: «María, Madre de gracia, Madre de misericordia: en la vida y en la muerte, ampáranos gran Señora». A Dios no podía pasar inadvertida una necesidad vital del ser humano: la de una Madre que lo ame cuando más lo necesita. Esta Madre es María. Ella es el espejo más nítido de la misericordia divina. En Ella encuentra refugio seguro el pecador, confiado al amparo de su gracia y de su misericordia. aortega@legionaries.org; www.aortega.org. Alejandro Ortega Trillo es sacerdote legionario de Cristo, licenciado en filosofía, maestría en humanidades clásicas, conferencista y escritor. Es autor de los libros Vicios y virtudes y Guerra en la alcoba. Actualmente ejerce su ministerio sacerdotal en Roma.
uí para modificar.
Santa Faustina Kowalska, «profeta de la Misericordia Divina», escribe en su Diario que hay tres modos de misericordia: de pensamiento, de palabra y de obra. El Diario de Sor Faustina: La Divina Misericordia en mi alma, hoy es un bestseller –dicho por Amazon Kindle– y ha tocado y transformado a millones de personas; las ha convencido de que todo lo que piensa, dice y hace Dios es pura misericordia. Nuestra realidad no da para otra cosa. Se diría que nuestro «máximo potencial» –ahora que se escribe tanto sobre potencial humano– está en ofrecer a Dios nuestra miseria para que Él la sane y la sostenga con su misericordia.
Misericordia de pensamiento: Dios Padre
Dios Padre piensa en cada uno de nosotros: ésta es su primera misericordia. «Sueña» con nosotros. Pero sus sueños, a diferencia de los nuestros, siempre se hacen realidad. Así nos trajo a la existencia, sacándonos de la miseria más absoluta: la del no-ser.
El pensar de Dios no sólo es creador; también es providente. Al pensar en nosotros, pensó un proyecto misericordioso, un camino sembrado de bendiciones, aunque nosotros no siempre lo percibamos así. Sus pensamientos no coinciden con los nuestros; los suyos son más altos, más grandes, más atrevidos. Él nos sueña siempre mejores, más realizados, más felices. Y al pensarnos así, ve en nosotros lo que todavía no somos. Es un pensamiento indulgente. No le pasa inadvertida ninguna de nuestras faltas. Pero en su mente, nos ve siempre buenos o, por lo menos, capaces de serlo.
Misericordia de palabra: Dios Hijo
Dios no sólo piensa; también habla. El Hijo de Dios, Jesús, es la Palabra misericordiosa del Padre, pronunciada sobre la humanidad; es la misericordia explícita del Padre, su declaración de amor al hombre; o, como dice el profeta, su «canción de amor» (cf. Ez. 33, 32); su poema más sublime y su prosa más realista.
Sólo que la Palabra de Dios, a diferencia de la nuestra, no se la lleva el viento. Más bien, el mismo «Viento Divino» la trajo el día de la Anunciación y la trae siempre de nuevo al interior de las almas.
Misericordia de obra: Dios Espíritu Santo
«La Palabra de Dios es viva y eficaz», dice la Biblia (Hb 4, 12). El Padre y el Hijo son misericordiosos mediante el Espíritu santificador y dador de vida. Se diría que el Espíritu Santo es la misericordia de Dios «en acción»: la que sana, reconstruye, sostiene, consuela, alienta, transforma e ilumina nuestra vida. Ella actúa sobre nuestra miseria humana para elevarla al rango que Dios Padre quiso darnos en Cristo: el de ser hijos de Dios.
Ahora bien, las obras de Dios, a diferencia de las nuestras, siempre son amorosas. El Espíritu Santo actúa toda su potencia amorosa perdonando nuestros pecados en virtud del poder que Jesús confió a los apóstoles el domingo de su Resurrección.
La fórmula de la absolución sacramental es una síntesis maravillosa de la «misericordia trinitaria»: «Dios Padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la muerte y resurrección de su Hijo y derramó al Espíritu Santo para la remisión de los pecados te conceda, por el ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz. Y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».
María, Madre de gracia, Madre de misericordia
Entre misterio y misterio del Rosario, suele intercalarse una bellísima jaculatoria: «María, Madre de gracia, Madre de misericordia: en la vida y en la muerte, ampáranos gran Señora». A Dios no podía pasar inadvertida una necesidad vital del ser humano: la de una Madre que lo ame cuando más lo necesita. Esta Madre es María. Ella es el espejo más nítido de la misericordia divina. En Ella encuentra refugio seguro el pecador, confiado al amparo de su gracia y de su misericordia. aortega@legionaries.org; www.aortega.org. Alejandro Ortega Trillo es sacerdote legionario de Cristo, licenciado en filosofía, maestría en humanidades clásicas, conferencista y escritor. Es autor de los libros Vicios y virtudes y Guerra en la alcoba. Actualmente ejerce su ministerio sacerdotal en Roma.
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