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Reflexiones de Semana Santa

4/22/2014

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Reflexiones de Semana Santa

Lunes Santo. Les comparto un himno de la liturgia de este día, que ayuda a entender el sentido de esta Semana Santa. Espero les ayude meditarlo en algún momento. Un abrazo desde Cuatro Cienegas, Coah., donde estamos con 42 familias misionando. Les pedimos oraciones. 



Jesús de María,
Cordero Santo,
pues miro vuestra sangre,
mirad mi llanto.

¿Cómo estáis de esta suerte,
decid, Cordero casto,
pues, naciendo tan limpio,
de sangre estáis manchado?
La piel divina os quitan
las sacrílegas manos,
no digo de los hombres,
pues fueron mis pecados.

Bien sé, Pastor divino,
que estáis subido en lo alto,
para llamar con silbos
tan perdido ganado.
Ya os oigo, Pastor mío,
ya voy a vuestro pasto,
pues como vos os dais
ningún pastor se ha dado.

¡Ay de los que se visten
de sedas y brocados,
estando vos desnudo,
sólo de sangre armado!
¡Ay de aquellos que manchan
con violencia sus manos,
los que llenan su boca
con injurias y agravios!

Nadie tendrá disculpa
diciendo que cerrado
halló jamás el cielo,
si el cielo va buscando.
Pues vos, con tantas puertas
en pies, mano y costado,
estáis de puro abierto
casi descuartizado.

¡Ay si los clavos vuestros
llegaran a mí tanto
que clavaran al vuestro
mi corazón ingrato!
¡Ay si vuestra corona,
al menos por un rato,
pasara a mi cabeza
y os diera algún descanso!

Martes Santo. Se anuncia la traición de Judas. Paradojas de la vida: Jesús pone en evidencia a Judas con un gesto de amor: "Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado". Dos días después, Judas entregará a Jesús con otro gesto de amor: un beso. Nos enseña así la Semana Santa que hay dos tipos de amor: el sincero y el falso. El primero muestra una verdad, el segundo esconde una mentira; el primero da, el segundo vende; el primero invita, el segundo rechaza; el primero es puro y desinteresado, el segundo es egoísta; el primero nutre, el segundo mata. Es un buen día, este Martes Santo, para validar y purificar nuestros amores; y, ¿por qué no?, para dar a cambio de falsos amores un amor sincero.

Miércoles Santo. Jesús tiene precio. Treinta monedas de plata. Les salió barata a los sumos sacerdotes la lealtad de Judas. Como barata les sale a tantos enemigos de Jesús nuestra amistad con Él. ¿Por cuánto vendemos a Cristo? ¿Treinta monedas de orgullo, vanidad o autosuficiencia? ¿Treinta monedas de pereza, comodidad o placeres sensuales? ¿Treinta monedas de envidia, rencor o resentimiento? ¿Treinta monedas de rebeldía, "bluff" intelectual o presión social? ¿Treinta monedas de crítica, murmuración, difamación o calumnia? En cualquier caso, nunca será un buen trato vender al Eterno por un instante fugaz, al Amor Absoluto por un apego momentáneo, a la Verdad Plena por un engaño pasajero, al Tesoro Infinito por unas cuantas monedas.

Jueves Santo. Jesús necesita casa para celebrar su Pascua. "La casa de fulano", dice Mateo. Pero ¿quién es fulano? Hoy, como entonces, "fulano" no existe; o, mejor dicho, es "el que sea"; el que esté dispuesto a abrir las puertas de su casa a un Enamorado. Jesús necesita un corazón dónde entregar su "Amor hasta el extremo". Un Amor que quiere llegar calentito, tierno, recién salido de sus manos, a todas las generaciones a lo largo de los siglos, y diseña la Eucaristía; un Amor que quiere llegar con un rostro visible, humano y cercano a todos los rincones de la tierra, y concibe el sacerdocio; un Amor que quiere derribar toda barrera de egoísmo, indiferencia o división, y formula el mandamiento del amor. Tú eres ese "fulano". Jesús toca a tu puerta. Si le abres, entrará hoy y cenará contigo.

Viernes Santo. "No lo conozco", respondió Pedro. Le ganó el miedo. Jesús se le volvió de pronto amigo incómodo; más aún, peligroso. También nosotros hemos dicho, más de alguna vez, "no lo conozco". La Pasión de Cristo tiene mucho de estas decepciones y traiciones. Se diría que ya está acostumbrado. Sin embargo, no dejan de ser quizá sus más dolorosos clavos. En cualquier caso, Él siempre responde con una mirada mansa, llena de ternura, mientras algún gallo -una adversidad, un revés, tal vez un susto en la vida- se encarga de despertar con su canto nuestra conciencia.

Sábado Santo. El cosmos guarda silencio. Jesús duerme la muerte. Por fin el hombre hizo callar a Dios. No sin que Dios condescendiera, con un acto de caridad sin precedentes. Escribió Martín Descalzo: "Jesús, el Hijo de Dios, vino a servir: si querían ver, les daba la vista; si caminar, les permitía caminar; si resucitar a su hija, la resucitaba; si vino, vino; si pan, pan; incluso cuando quisieron que muriera, murió. Una sola fuerza: el amor". Lo que el hombre no previó es que Dios también habla cuando calla. Su silencio es más elocuente que miles de nuestras palabras. Ante nuestros pecados y traiciones, rebeldías y desviaciones, burlas, acusaciones y estúpidos reclamos, Dios guarda un bondadoso, comprensivo y tierno silencio: es su modo de decirnos que, por encima de todo eso, Él nos ama.


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